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«La violencia ha marcado las actitudes de los poetas colombianos en varias ocasiones»

Una entrevista a Juan Carlos Galeano

Publicado: 2014-05-05

Por: Mario Pera 

El poeta Juan Carlos Galeano nació en Caquetá, Colombia, y emigró, siendo muy joven, a los Estados Unidos de América, en donde trabaja como profesor en la cátedra de Literatura latinoamericana y Culturas de la Amazonia en la Florida State University.

Por lo general, sus poemas construyen mitografías de una forma coloquial, similar a las narrativas orales de la Amazonia, zona geográfica que ha inspirado al poeta en cuanto a su cosmología y cosmovisión infundiendo en su trabajo poético un estilo y una temática bastante particular que trata de reunir y asimilar en sí elementos procedentes de la llamada alta cultura y de la cultura popular o folclor. «Su poesía logra encantar», opina Guy Davenport, «no en el sentido ya vulgarizado de la palabra ‘encanto’, sino en su capacidad de hechizarnos con la gracia del ingenio y la imaginación».

Su vínculo con las culturas de la Amazonia lo ha llevado a publicar una investigación sobre las cosmogonías amazónicas, la misma que figura en The Encyclopedia of Religion and Nature (2005); así como a realizar la película documental The Trees Have a Mother (2007).

Además de su labor poética, desarrolla en paralelo un trabajo como traductor de poetas de lengua inglesa, Habiendo traducido a autores como Charles Simic, Sharon Olds, Rita Dove, Mark Strand y otros. Su labor en el campo del ensayo también es reconocida con obras como Polen y escopetas (1997), libro en el que realiza un minucioso estudio sobre la llamada poesía de «La Violencia» en Colombia.

El poeta Juan Carlos Galeano visitó nuestro país con motivo de la realización del II Festival Internacional de Poesía de Lima. Aquí algunas ideas y reflexiones suyas en relación a la poesía.


1. Juan Carlos, desde la publicación de tu primer poemario, Baraja Inicial en 1986, ¿ha variado mucho la visión que tienes del quehacer poético? ¿Reconoces tu voz en los poemas de aquel primer poemario?

Sí, ha cambiado. Ese libro fue escrito después de mi llegada a los Estados Unidos hace años. En él influyeron mis lecturas de la poesía japonesa. Haikús de maestros japoneses como Basho, Issa, Buson entre otros. No sabía inglés y su brevedad me facilitaba entenderlos en mi deseo de leer poesía cuando llegué a esa tierra para mí, entonces, tan extraña. 

Como ya sabes, esta forma poética privilegia la imagen, característica de mis poemas. También tuvieron que ver con mi estilo las lecturas de los poetas del modernismo norteamericano, especialmente William Carlos Williams, de quien traduje muchos poemas que nunca publiqué simplemente porque mis traducciones no eran buenas.

En ese poemario, de textos más bien epigramáticos, creo que solo logré unos pocos chispazos, atisbos revelatorios. Pienso que lo que más alcancé fue un aprendizaje del uso de la imagen. Y lo otro que reconozco de allí, es mi deseo fallido de contar una historia personal del Caquetá, donde nací, en la Amazonía colombiana. Pero, volviendo a esto del ascendiente de la poesía oriental, ello es solo una parte pues, en realidad, las influencias sobre uno son muy diversas.

2. ¿Cuánto ha marcado o influenciado en tu poesía el hecho de haber nacido en Caquetá, en la Amazonía de tu país, Colombia? Ello teniendo presente que uno de tu poemario titula Amazonía y otros poemas, así como has publicado un conjunto de relatos cortos titulado Cuentos amazónicos (2007), los que se inspiran, además, en la cosmología de esa zona.

Me gusta eso que dices de cosmología de la región amazónica, porque ésa es una influencia central en los relatos simbólicos que compilé para esos Cuentos amazónicos del 2007. Obviamente que en ese proyecto tuvo que ver el venir del Amazonas colombiano, haber escuchado muchos relatos de vecinos y amigos. 

Entonces, cuando hice mi trabajo de campo escuchando los cuentos a partir de 1996 en otros ríos y lugares de los países amazónicos, adopté en lo posible el punto de vista de los ribereños. Esta es la mirada que algunos han llamado «perspectivismo», un concepto desarrollado por el brasileño Viveiros de Castro basado en la idea de que árboles, ríos, lugares y fenómenos atmosféricos poseen alma, espíritu; y tienen tanto o más poder que los humanos. Los amazónicos evidencian a través del lenguaje su vida diaria y su experiencia fenomenológica de un mundo vivo y lleno de sentimientos. Lo hacen expreso a través de lo que llamamos cuentos folclóricos.

En contraste con las narrativas de nuestra modernidad, tan definidas por la visión cartesiana y científica del mundo, ellos y otras culturas ancestrales de cualquier parte de la tierra, tienen una visión más monista y religiosa y creen en la existencia de seres visibles e invisibles habitando las múltiples esferas de la realidad. Una naturaleza socializada con un orden, héroes culturales, guardianes de selvas y ríos. Como imaginarás, sus relatos encarnan todas las subjetividades múltiples del lugar. Esta es una noción usada por Michael Uzendoski, un distinguido antropólogo norteamericano en un artículo suyo. Él hablaba sobre cómo las subjetividades múltiples de todos los seres de la selva influyen en los actos de curación chamánica entre los Kichwa del amazonas ecuatoriano. 

Y por mi parte, puedo ver una influencia directa de dichas subjetividades múltiples del paisaje amazónico en todos los relatos simbólicos. Entonces, para mí las narrativas orales de los amazónicos nacen a partir del protagonismo que tienen todos los seres de la selva. El quebrarse de una rama, una ráfaga de viento, las sombras que hacen las hojas, los signos en el agua; todo sugiere interconectividad cósmica. Sus narrativas orales, que son su forma de poesía, son las «canciones de la tierra» (para emplear la expresión de Jonathan Bate). Tales relatos cobran vigencia especialmente en nuestro presente amenazado por la destrucción del planeta. Porque la cosmovisión y prácticas de vida de las culturas ancestrales, para quienes el mundo es algo hermano, se alinean y apoyan a los discursos críticos que cuestionan nuestra era geológica del antropoceno.

Fíjate, lo más terrible es que ahora algunos ya están hablando no de cómo remediar el «cambio climático», sino de cómo adaptarnos a dicho cambio, producido por humanos de nuestra era. Y para darse uno cuenta de tal antropocentrismo, basta con ver las prácticas de los gobernantes de hoy en día, del liberalismo económico de la globalización que ve a selvas, mares y montañas como objetos para comercializar y hacer ganancias; algo bien diferente a como lo sentían las culturas indígenas. 

En fin, toda esa cosmovisión amazónica concuerda con la nueva «imaginación ecológica» de nuestra época sobre la cual maravillosamente nos llama la atención el investigador peruano Roberto Forns-Broggi en su libro Nudos como estrellas de reciente publicación en Lima. Él nos muestra cómo la producción de muchos artistas, poetas, cineastas y otros, está relacionada por una sensibilidad hacia el mundo «más que humano» que nos rodea.

En la colección de poemas Amazonia del 2003, trato de contar una historia personal y la vida de allí, sus metamorfosis y otros aspectos. Hay paisajes fluidos en que participan personas, animales, plantas, ríos, cosas, todos con alma y protagonismo. Intento re-mitologizar el lugar.

En cuanto a lo formal, los poemas están marcados por la oralidad narrativa de los pobladores amazónicos e influidos por tradiciones poéticas dispares, desde la japonesa, la imagen profunda («Deep image»), la tradición surrealista, etc. En fin, uno solo quiere lo que quiere la poesía: relacionarse con el mundo.

3. Tengo entendido que has hecho un documental, The Trees Have a Mother (‘Los árboles tienen madre’, 2008). ¿Qué preocupaciones expresas en él?

Éste fue un proyecto que se derivó de mi investigación inicial sobre los cuentos simbólicos de los pobladores amazónicos que te decía antes. Lo realicé en compañía con la escuela de cine de mi universidad, Florida State University. Y decidimos hacerlo en los alrededores de Iquitos, pues es una zona que yo conocía muy bien. En la película, el tejido de narrativas orales o los cuentos de los ribereños e indígenas amazónicos sirve para contextualizar un argumento muy sencillo. Una madre cuyo hijo ha desaparecido en la selva va de chamán en chamán consultando sobre su paradero. Al final no lo encuentra, pero se queda con la ilusión de que su hijo está vivo habitando en el mundo paradisíaco del ser protector de la selva que lo secuestró porque lo quería para marido.

Aunque el hilo conductor en el documental es la madre que busca a su hijo, su historia está contextualizada por temas como la identidad cultural del lugar, la posición de los indígenas, la destrucción de los recursos, el abuso hacia los ribereños, y toda esa «violencia lenta» («Slow violence», señalada recientemente en otros sitios de la tierra por Rob Nixon), ejercida por los proyectos neoliberales de la modernidad sobre los pueblos de la selva. 

Además de ser una crítica a la mirada de binarias y construcciones conceptuales de Occidente sobre la Amazonía, elaboradas a partir de las primeras exploraciones, el documental también cuestiona las actividades extractivistas de algunos pobladores amazónicos. Pero lo más interesante es ver cómo, en fin de cuentas, la cosmovisión de los amazónicos está llena de sentido comunitario, defensa del lugar y ese legado de los pueblos indígenas que algunos llaman buen vivir.

4. En tu libro Polen y escopetas (1997), abordas el vínculo de la poesía de la violencia. En ese sentido, ¿de qué manera la convulsión social y violencia en tu país por las acciones de las FARC y los paramilitares, desde hace casi 50 años, han influido en los poetas y su obra en tu país? ¿Y en tu obra poética en especial?

La violencia ha marcado las actitudes de los poetas colombianos en varias ocasiones. La guerra en Colombia, en el siglo XX, y en la actualidad, continúa influyendo en la vida cultural de Colombia. En ese libro, Polen y escopetas, estudio la producción poética en el periodo de violencia generado por la rivalidad e intereses de poder de los dirigentes de los partidos Liberal y Conservador. 

Durante esa época, entre los años cincuenta e inicios de los sesentas, también se dio la reacción poética y cultural de los poetas agrupados alrededor de la revista Mito, publicada en Colombia en los años cincuenta. Ellos, Jorge Gaitán Durán, Eduardo Cote Lamus y otros, iniciaron una actitud progresista y solidaria del lado de los campesinos y sectores marginales develando, a través de su revista, algunos problemas de la sociedad.

«La Violencia» y todas las guerras sucias posteriores que ha experimentado Colombia, habrían de influir también en la poesía del movimiento Nadaísta, cuyos integrantes reaccionaron con actos de provocación y poesía incendiaria. Las últimas violencias que han plagado a Colombia, gatilladas por los sueños del comunismo, los proyectos de liberalismo económico promovidos por los corruptos desde el Estado, el narcotráfico y otros fenómenos, habrían de producir los estados de zozobra el país hasta el punto de signar a poetas contemporáneos sobresalientes como Juan Manuel Roca, María Mercedes Carranza y Piedad Bonnett entre otros.

En cuanto a la influencia de la violencia en Colombia en mi trabajo, tengo un par de poemas. Uno de ellos fue publicado en la antología La casa sin sosiego. La Violencia y los poetas colombianos del siglo XX, que llevó a cabo el poeta Juan Manuel Roca.

5. Además de poeta, eres traductor de poesía. Has traducido la poesía de Charles Simic en El pollo sin cabeza (1999), Sharon Olds en Los muertos y los vivos (2001), así como la poesía de Mark Strand y Rita Dove. ¿Qué tan compleja puede ser la traducción de poesía? ¿Qué retos supusieron para ti estas traducciones?

Uno traduce por amor y admiración por la poesía de los demás y porque piensa que la poesía de otras lenguas puede contribuir a la tradición poética de la lengua de uno. Pero traducir también implica la obligación de ser austero, yo diría, de una manera casi Zen. Me explico. En su pasión, el traductor debe sustraerse en lo posible de ejercitar su ego, Un deseo de protagonismo no justificado sobre el texto que esté traduciendo no es bueno. 

El traductor, como decía el poeta norteamericano James Kimbrell, se ocupa de darle carne y ropa a ese poema, alma viajera que viene de otras circunstancias. Ese poema traducido, viene de los afectos y emociones de la vida en esa lengua y lugares distantes, y el traductor debe hacerle sentir al lector, en su nueva lengua de llegada, lo que los lectores sintieron donde se originaron el poeta y poema.

Muchos critican las traducciones literales y con razón. Claro, me parece que es mucho mejor cuando el traductor es un poeta. Pero un poeta respetuoso del poema original. Alguien capaz de encontrar soluciones cuando se presenten los obstáculos de sentido o musicalidad, y ofrecer salidas paralelas en el texto traducido solo cuando sean estrictamente necesarias. En otras palabras, un traductor debe ser alguien que no va a usar la poesía de otros para hacer sus propios ejercicios poéticos.

6. Acabas de publicar un nuevo libro de poemas. ¿Cuál es el estilo y tema del mismo?

El libro de poemas se titula Historias del viento. Es una suerte de cosmología del viento. En el poemario, el viento es mito pero también es real. Y está inspirado, de modo general, en la visión que tienen las culturas antiguas sobre el aire como uno de los elementos de reciprocidad angulares en la historia natural del mundo. 

Para los indígenas Navajo, por ejemplo, según David Abram en su libro The Spell of the Sensuous, el viento es un elemento de interconectividad entre todos los seres. Sin embargo, para el caso específico de mi libro, el viento se materializa con instancias subjetivas y está problematizado por la visión irónica del presente.

En lo formal, en el libro subyace cierto hilo narrativo que enlaza prosas, haikus, estrofas como tankas, mitopoemas, mini-relatos, aforismos, pasajes líricos, etc. Si es posible creo que voy a leer fragmentos de este libro en el festival.

7. Fuiste invitado a participar del II Festival Internacional de Poesía de Lima (II FIP Lima). ¿Qué expectativas tienes de este festival? ¿está será la primera vez que vengas al Perú?

Creo que lo más importante de un festival de poesía, es que éste pueda llegar a un grupo mayoritario. Se logra que la poesía posibilite revelaciones, verdades de la existencia. En nuestras sociedades cada vez más urbanas, donde la vida de las personas está reglada por los horarios con tan poco lugar para la «atención enfocada», como decía José Emilio Pacheco, la poesía está allí para tocar las fibras del corazón de quienes la escuchan e invitar a la emoción, reflexión y al asombro. 

Además de ser un Festival de poesía, es un Festival por la Vida. Como decía Forns Broggi, «la poesía invita a ensayar otredades» de todos y de todo. Y para uno, como participante, es una oportunidad de conocer y escuchar de viva voz la poesía de hermanos poetas de tradiciones muy diversas. Todo gracias a la generosidad de un poeta aquí en el Perú. El poeta Renato Sandoval y su equipo organizador.

8. Finalmente, Juan Carlos, ¿estás trabajando algún proyecto de publicación del que nos puedas contar como primicia?
Además de trabajar en otra colección de poemas, estoy comenzando un nuevo libro de traducciones que se llamará Doce poetas y la tierra. El proyecto incluiría a poetas reconocidos en la tradición de habla inglesa durante el siglo XX como Elizabeth Bishop, Wendell Berry, Robinson Jeffers, Mary Oliver, Gary Snyder y otros. Avances de este proyecto ya han ido apareciendo en poemas sueltos en revistas por ahí.
Biodata

Juan Carlos Galeano. Caquetá – Colombia, 1958. Ha publicado en poesía: Baraja Inicial (1986), Amazonia (2003), Sobre las cosas (2010), Yakumama and Other Mythical Beings (2011) e Historias del viento (2013); en narrativa: Folktales of the Amazon (compilación de mitos, 2008); en ensayo: Polen y escopetas (1997) y en traducción: El pollo sin cabeza de Charles Simic (1999), Los muertos y los vivos de Sharon Olds (2001). 

Asimismo, en el campo audiovisual es autor del documental The Trees Have a Mother (‘Los árboles tienen madre’, 2007).


Escrito por

Mario Pera

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Ruido Blanco

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