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A la der. michele mulas, a la izq. el poeta peruano J. E. Eielson

Un petit hommage a Jorge Eduardo Eielson (1924-2006)

Los 90 años de un gran poeta

Publicado: 2014-04-13

A modo de celebración y homenaje por los 90 años del nacimiento del poeta peruano Jorge Eduardo Eielson, publicamos el poema "Gardalis". Poema que el artista le dedicó a quien fuera el gran amor de su vida, el también artista italiano Michele Mulas.

GARDALIS

                                                                        A Michele, rey de Gardalis

Camino entre mi sombra

Y la sombra de los pinos. Mi cuerpo

Es un puñado de hierba a la deriva

Y el bosque azul que me rode

Soy yo mismo que respiro. Y a no distingo

Entre el abeto y mi barba crecida. Camino

Y cada resplandor cada penumbra

Cada cereza esmaltada

Son una sola cosa con mi paladar

Y con mi sexo. Gotas brillantes aparecen

Entre mi pupila y los verdes frutos

Del naranjo. Surgen abanicos

De frescura y diamantes que no duran

Sino el tiempo de un suspiro

La mariposa nace alegremente

Donde el gusano muere y nada crece

Sin haber sido antes otra criatura

Que tal vez soy yo tal vez una ardilla

Que se afana en la espesura. Gritos y silbidos

Acompañan el esqueleto que hace poco

Era una gacela asustada

Y que ahora esplende en la corola

De una flor amarilla. Todo vuela

Todo canta o se arrastra sin remedio

Como el repentino sapo de oro

Que también es parte de mi vida

Llora la hiedra por un lado y por el otro

La fiesta de la alondra y la cigarra

Empieza en el fondo de mi sangre

Mi corazón sigue sin esfuerzo

La marcha misteriosa de una hormiga

Que no veo. No hay lucero

Que no brille en mi cabeza pero también

En un charco de agua sucia. Las viejas ramas

Del olivo se confunden fácilmente

Con mis huesos y no hay sabor más perfecto

Que el milagro encerrado

En una gota de agua

Todo es redondo y perfumado

Y hasta mi propio cuerpo es una jungla

Donde el amor es como la lluvia

Mi pensamiento una tortuga

Que apenas sostiene el cielo

en un pedestal de nada. Un efluvio sagrado

De jazmín y madreselva cruza la floresta

Como una esfera celeste

Todo me hiere y todo me ilumina

Yo soy la flecha que vuela

Y también el animal herido

Me desespero por una frágil criatura

Por un pájaro que muere pero me oculto

Tras de una máscara de flores

Sólo comparto mi tristeza con los sauces

Mi alegría con la liebre

Que ahora corre a mi lado. No beberé jamás

La copa de rocío que amanece

Cada mañana entre el follaje

Ni el rayo de sol que tanto espero

En la palma de la mano. Pero abrazo

El viejo roble como si fuera mi hermano

(¡Qué lejos ya qué lejos

Las débiles casas de los hombres

Las infinitas ruedas del dolor

Y la fatiga la oscura llamarada

Que todo lo llena de ceniza!)

Yo soy tan sólo un árbol

Que camina un animal que florece

Una piedra que sonríe

Y la humilde rana que canta junto al río

Canta también junto a mi pecho.

Se inclina el sol en la floresta

Sube la luna baja el ciervo al arroyo

Como a una cita secreta

Sigo sus huellas su orina luminosa

Hasta su reino de alabastro

Pero en el fondo del agua

En lugar de su belleza

Lleno de felicidad y de pena

Veo sólo mis ojos que lloran

Puesto que yo soy el ciervo

Pero también el arroyo


Escrito por

Mario Pera

Noticias literarias. Entrevistas. Desvíos y hallazgos.


Publicado en

Ruido Blanco

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