Por: Mario Pera

Son muy escasos los premios literarios que existen actualmente en nuestro país. Lejanos son los tiempos en los que jóvenes poetas como Jorge Eduardo Eielson (1945), Washington Delgado (1952), Javier Sologuren (1960) o Carlos Germán Belli (1962), recibían el que hasta el momento debe ser el mayor premio en este género de la literatura en el Perú. Este reconocimiento fue tristemente cancelado y, por años, no ha habido un galardón que premie a los poetas nacionales en su propia tierra.

Algunos de los premios que han intentado tomar esa posta han sido el Copé de Poesía (desde 1982) entregado por Petroperú y el José Watanabe Varas que otorga la Asociación Peruano-Japonesa desde el 2005, ambos de manera intermitente.

Es por ello que nos alegra que surjan nuevos premios en el magro ambiente cultural literario peruano. Más aún en el poético. Pese a que se conciban como galardones eventuales, que sirven para homenajear alguna situación, persona o aniversario en particular.

El presente 2013 se organizaron los Juegos Florales de la Municipalidad de Barranco, con ocasión de celebrar los que, en 1913, ganó el poeta peruano Juan Parra del Riego. Es así que tres instituciones tuvieron a bien organizar este concurso que rinde tributo al centenario de aquellos Juegos, estas instituciones fueron el Centro Cultural Juan Parra del Riego, la Municipalidad de Barranco y la Revista Caretas contando el apoyo de la Embajada del Uruguay.

En lo personal, lo que más me agrada de este concurso no solo es que se dé sino que, además, se dirija a poetas menores de 30 años, pues es una manera de incentivar la producción poética entre los más jóvenes. Ello, creo, representa una firme apuesta por la poesía más reciente; y todos sabemos que, en la poesía latinoamericana, por alguna extraña razón los autores se caracterizan por darnos sus mejores obras en sus años de juventud y primera madurez, salvo algunas excepciones.

El ganador de este concurso fue el poeta Mateo Díaz Choza, quien se hizo merecedor al premio por el poemario El libro de la enfermedad. Poemario premiado entre los más de cien escritos que se enviaron desde dentro y fuera del país. Díaz Choza publicó, precisamente este año su ópera prima, el poemario Av. Palomo, un poemario singular que logra grandes momentos y que evidencia a un poeta joven, pero muy preocupado por la madurez de su expresión. A su vez, El libro de la enfermedad no es la excepción, y con él Díaz Choza da un paso importante en la consolidación de su propuesta poética. Por ello, desde aquí, celebramos el premio obtenido por él pues no solo se premia a un poeta, sino que se premia a un poeta joven y, también, se premia a un poeta joven por un buen poemario. Lo que como bien saben, no ocurre muy a menudo

El jurado del premio estuvo integrado por Marco Martos, Ricardo González-Vigil, Roberto Echavarren, Vladimir Herrera y el Rodolfo Hinostroza, a mi parecer este último, el mejor poeta peruano vivo. El jurado fundamentó su decisión de esta manera: [La obra merece la distinción] por la unidad global del texto, que crea un tono sostenido a través de un lenguaje con mucha carga sensorial, riqueza verbal, dominio del verso y de la prosa, ritmo y sentido se complementan.

Cabe mencionar que, además del primer premio (que conlleva la publicación del poemario ganador), se otorgó un segundo y tercer puesto, obtenidos por Gino Roldán Grieve por el poemario Apostrophe y Rosakebia Estela Mendoza por el poemario Alícia en el país de las golondrinas muertas, respectivamente.

Finalmente, más allá de los ganadores y del homenaje a Parra del Riego, dada la amplia recepción y acogida que ha tenido la convocatoria a este premio, me permite sugerirle a los organizadores que deberían tener en mente prolongar su existencia, para así promover la creación poética entre los más jóvenes. Estoy seguro que el poeta Juan Parra del Riego se los agradecería mil veces más que la sola celebración de un eventual centenario.