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Aleyster Crowley. Famoso esoterista del siglo  XX

Escritores nigromantes: el ocultismo y la literatura en los siglos XIX y XX

Publicado: 2013-10-21

El ocultismo, en definición de la RAE, es el «conjunto de conocimientos y prácticas mágicas y misteriosas, con las que se pretende penetrar y dominar los secretos de la naturaleza». Como práctica, es casi tan antigua como el hombre, pues la magia, la alquimia y el misterio que encierran las ciencias ocultas, así como el supuesto poder que brindan a quienes las investigan y utilizan, ha llevado a muchas personas a redefinir su existencia a partir de la ejecución de diversos ritos y praxis, siendo ejercida desde reyes y emperadores hasta ermitaños que, iniciados en el ocultismo, buscan no solo encontrar respuestas a las grandes preguntas de la humanidad, sino lograr la omnipotencia que las ciencias ocultas ofrecen. 


Con el asentamiento del cristianismo como religión oficial del Imperio Romano y, más tarde, de casi todos los reinos europeos, las prácticas ocultistas perdieron su prestigio progresivamente al ser paganas, pasando a ser practicadas en secreto durante el Renacimiento (por ejemplo, por algunos literatos como Dante Alighieri o Giordano Bruno), hasta que fueron retomadas en la Edad Contemporánea ganando numerosos adeptos gracias a la difusión que de las mismas hizo el mago francés Alphonse Constant, más conocido por el seudónimo de Eliphas Lévi.


Lévi fue quien efectuó públicamente y promovió el ejercicio de las ciencias ocultas, logrando que estas se situaran entre las prácticas no religiosas más frecuentes entre los artistas franceses de mediados del siglo XIX. Aunque es cierto que desde tiempo atrás, a mediados del siglo XVIII, los principales autores europeos ya habían impreso en varias de sus obras distintos elementos que evidenciaban una intención por lograr una renovación personal, una restauración íntima o grupal. Algunos de esos autores fueron los famosos Honoré de Balzac (amigo de Lévi) y, esencialmente, los principales escritores del Romanticismo alemán Johann Von Goethe, Friedrich Schiller y Novalis. Como curiosidad, debo mencionar que el famoso ocultista Eliphas Lévi fue amigo de una conocida nuestra, la escritora franco-peruana Flora Tristán.


Posteriormente, la fundación en 1875 de la Sociedad Teosófica por la famosa ocultista Helena Blavatsky (madame Blavatsky) y por el coronel estadounidense en retiro Henry Olcott, teósofos por excelencia dedicados al esoterismo y a las prácticas ocultistas, promovió el incremento del ocultismo entre los artistas y, especialmente, escritores europeos y americanos. Los libros Isis sin velo (1877) y La doctrina secreta (1888), ambas obras de Helena Blavatsky, se volvieron bibliografía de lectura obligatoria y contínua para los creyentes ocultistas, y obras de referencia ineludible para muchos escritores de gran fama quienes siguieron o se influenciaron por la doctrina de madame Blavatsky.


Algunos de los seguidores de madame Blavatsky fueron el autor de ciencia ficción H. P. Lovecraft, el poeta y novelista inglés Charles Williams, el escritor modernista irlandés James Joyce y los premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral, Boris Pasternak y William Butler Yeats; este último ingresó de lleno en lo esotérico (si bien desde joven había fundado la Dublin Hermetic Society) llegando a pertenecer como miembro activo de la célebre Hermética Orden del Alba Dorada. Yeats se casó en 1918 con Georgie Hyde-Lees, una médium que, probablemente, fuera quien lo vinculó a mayor profundidad con el ocultismo llevándolo a probar, entre otras, la escritura automática, medio con el que en palabras del propio autor, revitalizó su poesía.


Una buena cantidad de escritores de fama mundial se ligaron al ocultismo como a una religión, convirtiéndose en una práctica tan arraigada entre los literatos de mediados del siglo XIX e inicios del siglo XX, que el poeta francés Anatole France aseveró en un artículo publicado en el año 1890 «hoy es necesario cierto conocimiento de las ciencias ocultas para comprender un gran número de obras literarias de este periodo», una más que reveladora declaración.


Otros escritores miembros de esta famosa Orden ocultista fueron Bram Stocker y Gustav Meyrink, quienes participaron en ella junto al no menos célebre esoterista Aleister Crowley, personaje que fue expulsado prontamente de la sociedad tras hacer de público conocimiento en sus libros varios de los ritos que se realizaban en la misma.


Así también, poetas de gran valía como los simbolistas franceses Charles Baudelarie, Paul Verlaine y Arthur Rimbaud, el uruguayo Conde de Lautréamont e incluso el surrealista André Bretón vieron su obra literaria fuertemente influenciada por las creencias ocultistas. Otro simbolista francés muy vinculado al ocultismo fue el poeta Stéphane Mallarmé, quien alguna vez expresó en una entrevista que los poetas modernos debían ir más allá de Homero, ya que la decadencia de la poesía moderna había iniciado con aquel autor, ante esa declaración su entrevistador replicó preguntándole qué poesía existía antes de Homero, a lo que Mallarmé respondió de modo tajante: «los vedas», haciendo alusión a los textos escritos en lengua sánscrita, y que conforman los textos más antiguos de la literatura hindú que sirvieron de base para la religión védica. Estos textos se componen de oraciones, himnos y cultos de purificación y purga que, para Mallarmé, fueron la primera poesía, la más pura, que solo cae en decadencia hasta nuestros días.


El poeta portugués Fernando Pessoa fue uno de los escritores más vinculados y entusiastas en las ciencias ocultas, estando relacionado con la Orden de los Rosacruces y con la masonería. Pessoa, uno de los más geniales poetas del siglo XX, escribió incluso el poema «No Túmulo de Christian Rosenkreutz» (‘En el túmulo de Christian Rosenkreutz’) para el creador de la que quizá sea la más famosa orden ocultista, los Rosacruces.


No Túmulo de Christian Rosenkreutz


                            

Quando, despertos deste sono, a vida,

Soubermos o que somos, e o que foi

Essa queda até corpo, essa descida

Ate á noite que nos a Alma obstrui,

Conheceremos pois toda a escondida

Verdade do que é tudo que há ou flui?

Não: nem na Alma livre é conhecida...

Nem Deus, que nos criou, em Si a inclui

Deus é o Homem de outro Deus maior:

Adam Supremo, também teve Queda;

Também, como foi nosso Criador,

Foi criado, e a Verdade lhe morreu...

De Além o Abismo, Sprito Seu, Lha veda;

Aquém não há no Mundo, Corpo Seu.


                            II

Mas antes era o Verbo, aqui perdido

Quando a Infinita Luz, já apagada,

Do Caos, chão do Ser, foi levantada

Em Sombra, e o Verbo ausente escurecido.

Mas se a Alma sente a sua forma errada,

Em si que é Sombra, vê enfim luzido

O Verbo deste Mundo, humano e ungido,

Rosa Perfeita, em Deus crucificada.

Então, senhores do limiar dos Céus,

Podemos ir buscar além de Deus

O Segredo do Mestre e o Bem profundo;

Não só de aqui, mas já de nós, despertos,

No sangue actual de Cristo enfim libertos

Do a Deus que morre a geração do Mundo.


                            III

Ah, mas aqui, onde irreais erramos,

Dormimos o que somos, e a verdade,

Inda que enfim em sonhos a vejamos,

Vemo-la, porque em sonho, em falsidade.

Sombras buscando corpos, se os achamos

Como sentir a sua realidade?

Com mãos de sombra, Sombras, que tocamos?

Nosso toque é ausência e vacuidade.

Quem desta Alma fechada nos liberta?

Sem ver, ouvimos para além da sala

De ser: mas como, aqui, a porta aberta?

.......................................

Calmo na falsa morte a nós exposto,

O Livro ocluso contra o peito posto,

Nosso Pai Rosaecruz conhece e cala.


La Astrología era otra de las aficiones predilectas de Pessoa. La práctica de la misma lo llevó a conocer al mencionado y célebre ocultista Aleister Crowley, con quien departió por algún tiempo en Portugal. Se dice que Pessoa fue un adicto a la magia blanca, estando tan ligado a las creencias ocultistas que, pese a no pertenecer a ninguna orden de este tipo, las defendía públicamente de la cacería de brujas que contra ella efectuaba el estado portugués. Poco tiempo antes de morir (ocho meses), Pessoa afirmó en un escrito suyo el ser un iniciado en la Orden Templaria de Portugal, fundada en el siglo XII por San Bernardo y dirigida luego por el Gran Maestre Jacques de Molay; sin embargo, esta Orden dejó de existir varios años antes del siglo XX.


No deja de ser curioso, además, que, pese a compartir ideas con W. B. Yeats, Pessoa le guardaba una gran animadversión, criticándolo por medio de uno de sus heterónimos Álvaro de Campos tras publicar en la revista Portugal futurista su «Ultimatum» en el que dijo de Yeats: «¡Fuera tú, Yeats de la céltica bruma alrededor de un poste sin indicaciones, saco de basura que ha llegado a la playa del naufragio del simbolismo inglés!».


Es así como lo mágico, lo desconocido, lo oculto inundó numerosas obras literarias desde los autores del Romanticismo alemán, hasta los simbolistas y surrealistas quienes, volcados en las denominadas ciencias ocultas, se rebelaban contra «lo establecido», contra las normas sociales, religiosas y, en el arte, contra la estética imperante en aquel momento. Y si bien la ruptura de la estética en las artes no se debió exclusivamente a la creencia y a las prácticas ocultistas de buena parte de estos autores, no cabe duda que el ocultismo ejerció un rol preponderante en el desarrollo de la creatividad y de las formas de llegar a ella.


El ensayista y escritor francés Charles Morice fue quien tal vez reveló de modo más sencillo la íntima conexión entre los escritores y las ciencias ocultas al manifestar que todo verdadero poeta es un iniciado por instinto, pues la lectura de los grimorios hace que este recupere el conocimiento de aquellos secretos que yacen en su inconsciente.


Todo ello se unió coincidentemente, en el caso de algunos autores de fines de siglo de XIX e inicios del XX, al descubrimiento y lectura de las obras de Sigmund Freud y sus indagaciones sobre la manera en la que opera el inconsciente humano a través del psicoanálisis que los ayudaría a expresar, artísticamente, aquello que guardaban en un lugar recóndito de su mente.


Inevitablemente, la búsqueda del ser humano por las respuestas ante lo inexplicable lo ha llevado a realizar las acciones más insospechadas. Entre los años 1850 y 1950, el ocultismo que otrora había decaído como uso místico, cobró un auge inusitado esencialmente entre los artistas europeos, siendo que muchos escritores vieron la práctica del mismo, como otra actitud de rebeldía ante lo establecido, ante la estética artística imperante en aquel momento, y como un modo de ser absolutamente «libres» para dar rienda suelta a su creatividad, abriendo nuevas brechas para la experimentación en el arte y en las vías para la creación.


Escrito por

Mario Pera

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Publicado en

Ruido Blanco

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